DETONAR UNA IDEA
Perder la curva. Mantener la línea.
Rodrigo Argüello G.
Docente y escritor
Facultad de Educación
Universidad Tecnológica de Pereira
Hace poco no dejaba de asombrarnos la divulgación, a través de los medios impresos, de la nueva sandía (o patilla) de forma cuadrada producida o diseñada por los japoneses[1]. Una sandía que facilitaría su embalaje o la forma de acomodarse en el refrigerador. Lo que sorprende es que sean los japoneses los inventores de este capricho, cuando eran ellos los que justamente se resistían a diseñar objetos cuadrados pensados para las esquinas; eran ellos los más aficionados y creyentes del objeto aerodinámico, los interesados en que lo más importante en el diseño de los espacios era el centro y sus esquinas liberadas de cualquier objeto. Una concepción, una mentalidad o una estética, si se quiere (más que una técnica), que patentaron con el nombre de Ma, y que consiste en concebir el espacio como una relación: el intervalo como la esencia de los espacios y de la vida misma. Ilustrado de forma más clara: si hay un vacío en medio de dos objetos, este vacío no existe puesto que, se supone, debe estar lleno por la relación de los dos objetos.
Se confirmaba con este hecho, aparentemente intrascendente -me refiero a la nueva sandía-, que el mundo cada vez sea más cuadriculado, que los edificios sean más geométricos, que la curva no sea la línea favorita en el diseño de los objetos, de los espacios y las construcciones urbanísticas y arquitectónicas. Ya decía el gran arquitecto organicista Frank Lloyd Wright que “ Los nuevos edificios son cajetillas para empaquetar gente”. Cada vez impera más la cuadrícula, las aristas, la caja arquitectónica. Mientras las montañas tienden a ser curvas, las nubes a ser ovaladas, el cielo a ser como una bóveda… los edificios son cada vez más cuadriculados o rectangulares. (Incluso, de acuerdo con ciertas tendencias, en las mujeres la curva natural va siendo cosa del pasado…)
Las nuevas ciudades son juiciosamente diseñadas y pensadas en una tradicional mesa de dibujo arquitectónico donde dominan las escuadras, los cuadrantes y una mente absolutamente cuadriculada. Cada vez, las ciudades tienden a parecerse más a una maqueta arquitectónica, que un espacio dinámico, orgánico y espontáneo. Se relacionan el orden con la retícula. La línea recta con un camino recto y correcto, perdiendo así los meandros, los recodos, los zaguanes, los recovecos para recrearse, perderse o esconderse en la ciudad.
Así pues, es difícil encontrar un edificio o una calle circular. El laberinto en la ciudad ha perdido su valor. Lo peor es que a mucha gente le gusta este tipo de diseño urbano, porque se supone que es más fácil la orientación y ofrece más seguridad. La gente se siente feliz comprando o arrendando cajitas ( cajas de zapatos, dicen los argentinos), no tanto para vivir, sino para encajetillarse, con la ilusión de que son nuevas y aparentemente bonitas, sin darse cuenta de que son tumbas donde se sepultan o se emparedan en vida. La nueva urbanística se empeña, cada vez más y de manera siniestra, en sepultarnos vivos. Se empeña en empaquetarnos, inhumanamente, a como dé lugar. Si Gianni Rodari, en su Gramática de la fantasía, proponía para los niños el juego de imaginarse “ qué pasaría si el mundo fuera cuadrado”, he aquí una muestra urbanística que trata de responder y seguirle el juego a esta pregunta.
En fin, en el futuro, como van las cosas, se tendrá también que pensar cómo diseñar a la gente -como hicieron los japoneses con la sandía- para que encuadre perfectamente en una ciudad hecha de cuadrantes, sin espacios vacíos y donde la línea curva será solamente expuesta en un museo de historia urbanística y arquitectónica. Donde la línea curva será tan solo una ilusión.
________________________________
[1] Al parecer, este fue un experimento de hace 20 años, llevado a cabo por un campesino japonés de la isla de Shikoku.